Cuando el terapeuta se enferma parte 2
Es esperable que cuando nos enfermamos y debemos faltar a los espacios de trabajo, las reacciones de nuestros pacientes y/o acompañados nos desvelen un poco.
El paciente/acompañado va a volcar inexorablemente expectativas en el vínculo que mantiene con su terapeuta, debido a la naturaleza del vínculo que se estableció. Gran parte de los profesionales que respondieron a una encuesta que realicé, registraron que ante su ausencia por enfermedad, esperan comprensión y empatía; otros pocos manifestaron que no esperan nada, solo un "ok" y "hasta luego". Sin embargo, desde una perspectiva de trabajo subjetivo, llevemos esto debajo de la lupa
Cuando un terapeuta se enferma y debe faltar, puede experimentar una serie de sentimientos contratransferenciales, que incluyen culpa por dejarlos sin el espacio que tanto requieren, ansiedad por no saber cómo estará durante ese tiempo, frustración por no poder seguir trabajando, y autoexigencia por creer que no está dando lo suficiente o que debería recuperarse más rápido. Esto último refiere a conflictos internos de la persona- profesional.
En la mayoría de los casos, representamos ese sostén indispensable, con nuestra presencia simbólica y, en ocasiones, hasta real; la persona del terapeuta, que no puede ser otro. Es difícil pensar en reemplazos cuando el vínculo se encuentra en ciertas etapas del acompañar. No entraré en detalles sobre este último tema, ya que sería desviarme de la pregunta inicial. ¿Tanto nos cuesta informar que estaremos ausentes por problemas de salud? Aquí me referiré a dos conceptos que ustedes mencionaron en la encuesta: comprensión y empatía. ¿Acaso es lo mismo empatizar con el estado del otro, que comprenderlo?.
La comprensión es más cognitiva y racional. Implica captar las ideas, pensamientos y experiencias de la otra persona/situación, pero desde un plano intelectual. Uno podría comprender, pero aún así mostrarse emocionalmente indiferente o aplanado. Justamente, lo que esperamos son ambas cosas, pues la empatía va más allá de lo cognitivo, involucra una resonancia emocional y una conexión afectiva con la situación del otro. Esto último puede ser anhelado cuando es uno el que necesita ser cuidado por el otro ¿ Quién me cuida mientras desarrollo mi trabajo? . Sería lógico incluso pensar que después de tanta entrega , lo mínimo que esperamos es lo mismo
Colegas queridos, les revelo algo interesante para que pensemos juntos. ¿Es posible ser mirado y comprendido como persona por nuestros pacientes/acompañados, vamos a recibir lo mismo que ofrecemos? Tal vez en algunos casos sí, y en otros no. A lo que voy con esto es que la comprensión y empatía primero deben ser algo construido desde las bases del acompañamiento, es decir, ofrecerse por completo como un sostén permanente y no ceder ante las proyecciones idealizantes del otro, es un arma de doble filo. Necesitamos comprender que nuestro trabajo es complejo, demandante y estresante, pero a la vez muy gratificante si trabajamos con técnica y estrategia.
Trabajar todo aquello que se movilizó, tanto antes, durante y después, de mi ausencia, será la CLAVE para posibilitar cambios en relación a la problemática subjetiva. Pues la relación que establecen con nosotros es la LLAVE.
Una vez podamos retomar el trabajo, apuntaría a elaborar: ¿qué sucedió? ¿Por qué les costó tanto sostenerse sin mi presencia? ¿Qué ajustes estratégicos necesito realizar para fomentar una real autonomía en el acompañado? ¿Por qué la familia se enojó tanto conmigo, qué se jugó ahí desde la alianza?.
Empujar estas preguntas, y tomar registro de lo que sucederá a nuestro regreso, será un punta pie para continuar con nuestra labor. La decepción ante las expectativas puede ser incluso un tema a trabajar